jueves, 29 de octubre de 2020

El Rumor

El rumor es un mecanismo de control social. Su función es intentar neutralizar subjetivamente peligros para los miembros de un determinado ámbito.
Es preventivo. De allí su base fuerte en el prejuicio, por ello se basa en los miedos de base estructural de cada sector social. En sociedades como la nuestra, culturalmente estructurada en torno a  una importante clase media, los prejuicios suelen surgir de este sector, aunque circule en otros estratos sociales.
Su carácter preventivo implica que aunque se trate de un hecho ocurrido ya, busca proteger o alertar sobre efectos venideros. Principalmente cataloga (estigmatiza), al supuesto portador del peligro, cuando este es un individuo.
Su función es separar simbólica o concretamente al individualizado como peligroso (aunque sólo se trate de no actuar como se esperaba que actué como una tipificación previa indica que lo haga), al menos en algún aspecto de la vida social.
El rumor no es un mal surgido de los más oscuro de nuestra humanidad, su existencia se debe a su efectividad: la separación de todo elemento percibido como riesgoso sin duda “castiga” una cantidad enorme de inocentes, pero a su vez limita a una cantidad mayor de “culpables”. ¿Culpables de que? Siempre del mismo pecado, poner en riesgo los la estabilidad del ámbito social del que se trate, esto aún cuando lo que supuestamente está en juego es la seguridad individual de sus integrantes. El rumor intentará alertar no en función de proteger a cada individuo, sino en el de mantener un mínimo de seguridad que haga viable el funcionamiento del ámbito social en cuestión, o más bien, preservar la cuota de seguridad optima para que el ámbito mantenga la estabilidad necesaria para subsistir normalmente.
Pero su efectividad no sólo es en negativo, también actúa en positivo, cohesionando a sus participes frente a un construido peligro común. En este sentido de su efecto, muchas veces conforma o fortalece un grupo o subgrupo al interior del ámbito o grupo social, aunque este sólo existe como tal en referencia a un aspecto de la vida social del ámbito. De allí que un sujeto puede portar un estigma en un aspecto de la vida grupal y ninguno en el resto, el grupo estará alerta en el aspecto que lo percibe peligroso para su funcionamiento normal.
Pero cuando el estigma refiere a miedos de base estructural actúa sobre la totalidad del ser del sujeto catalogado. El mismo se convierte en un “merodeador”. Pone en juego el miedo a ver interrumpida la existencia ontológica, desestructura la existencia social normal al referir a temores que por estructurales socialmente han sido estructurantes de los sujetos y por lo tanto son conformantes de las matrices que forman las bases de la interacción social, que nos posibilitan vivir normalmente (socialmente).
Pero la existencia normal del rumor es “pudorosa”, quien lo reproduce o porta percibe en el una inconveniencia para su proclamación abierta. Su realidad parcial y las oposiciones que implicaría enfrentar convierten al rumor en un habitante de los intersticios, limitando sus efectos a la precaución del grupo social frente al “peligro”.
La publicación mediática de un hecho, provoca los rumores que el suceso genera en información abierta. Otorga el consenso que legitima la circulación altisonante de aquellos contenidos preventivos propios del rumor. El estigma se convierte en “oficial”.
Esto se ve agravado cuando la noticia publicada contiene los elementos preventivos propios del rumor. Este suele ser el caso de los medios que conciente o inconscientemente basan la captación de un sector del mercado delimitado socialmente en montarse y reconfirmar temores del imaginario de esos sectores, reproduciendo así su modo particular de enfrentarlos.

A. I.

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