jueves, 29 de noviembre de 2012

El Pasado Inevitable


Siempre me resultó llamativo -por no decir paradójico- la aversión por los tiempos pretéritos de las cofradías de optimistas. “Olvidar el pasado y mirar para adelante” es el cliché reglamentario de toda boca entusiasta, que suele repetirlo sin notar que con ello no hace más que reconocer la verdad de los escépticos: para tener esperanzas hay que olvidar la vida.
Pero “el pasado es indestructible, tarde o temprano vuelven las cosas; y una de las cosas que vuelve, es el proyecto de abolir el pasado” les aclara Borges a las troupes de la autoayuda, siempre militando en vano por tal proyecto.
No sólo es eso, la felicidad, podríamos decir con Kierkegaard, no es más que aquello que se asemeja de algún modo a lo que nos hizo felices en tiempos dejados atrás, que, tal vez, no haya sido más que lo que se asemejaba a lo que había hecho felices a quienes nos antecedieron.

viernes, 9 de noviembre de 2012

Grandes Pequeños Hombres

Sería una tarea vana buscar la razón última de la entidad polémica que contienen la mayoría de nuestros grandes hombres en sus propias características, mayor éxito tendría nuestra búsqueda si la dirigimos hacia las contradicciones en la que se vieron insertos, las que generaba la incapacidad estructural de las clases dirigentes del devenir nacional para poner en pie una nación capitalista moderna.
De hecho, cuanto mayor fuera la capacidad de esos hombres, mayores son las contradicciones que hoy podemos observarles. Los fracasos de Sarmiento y Alberdi eran para Milciades Peña “la tragedia de los mejores, de las cabezas más lúcidas y fieles al futuro gran destino nacional en todos los países acunados por la modorra y al atraso”.

viernes, 2 de noviembre de 2012

Sueños

Según Borges –y aparentemente sólo según Borges- Eclesiástico dice “lo que esperas, eso es lo que sueñas”. Hoy, esta afirmación, lejos de parecernos vana, estaría señalando –de modo asombrosamente prematuro- la profundidad psíquica de lo que nuestros sueños manifiestan. Sin embargo, en aquel mundo antiguo, el origen secular de cualquier fenómeno sólo implicaba su intrascendencia.