viernes, 24 de mayo de 2013

Por Dios y la Colonia

El Virrey Nicolás Arredondo, en sus memorias, ensalza el fervor católico de la sociedad porteña “tan religiosa y tan obediente a la voz de sus ministros del Evangelio  y al precepto de sus magistrados”. Por su parte, Alexander Gillespie, invasor inglés en 1806, no precisamente un romanista, notó que en las tertulias de Buenos Aires, “cuando cualquiera del clero entraba se producía una reserva general, y tan cohibidas estaban las damas por su sentimiento transitorio de decoro y de servil fanatismo, que exclusivamente se dirigían a él durante su estada”.