viernes, 28 de septiembre de 2012

Reserva Moral

¿Qué pensaría una maestra de los años 20, con su Contrato de Señoritas firmado, si viese una escuela hoy? ¿Un pastor de esos mismos años si entrara a una iglesia actual? Sin excluir a los más fundamentalistas en moral.

La moral ha seguido exactamente el camino “decadente” que sus grandes profetas defensores de antaño habían anticipado con tintes catastróficos; sólo que cuando llegó, lejos de parecerse al preludio del fin del mundo, lo percibimos como evolución progresiva. Incluso estamos orgullosos de aquello que en el pasado se temía como síntoma del caos.

Los próceres de la ciencia ficción imaginaban pantallas en las que se podría leer el resultado de las carreras o el pronóstico del tiempo; televisores enormes que apenas sobresalían de las paredes; hombres con aparatos portátiles con los que se podían comunicar con cualquier otro en cualquier momento. Hoy vivimos en el mundo futurista que la ficción anticipó como fantástico (baste recordar que Star Trek inspiró al inventor de esos intercomunicadores sin los que no podemos salir a la calle); sin embargo creemos –tal vez con razón- que habitamos la misma realidad que nuestros padres o abuelos, hasta pensamos que aquellos autores futuristas se excedían en el uso de su imaginación.

jueves, 20 de septiembre de 2012

¡Eso No es Más que un Mito!

Escuchar o leer la palabra “mito” nos impulsa mentalmente a una serie de destinos posibles:
Hércules, Zeus, o alguna película de Maciste.
Alguna idealización histórica.
Una delantera incontenible de los años 50.
En todos estos casos el término conlleva alguna de las formas de la falsedad.
Tendemos a suponer que Hércules y Zeus no existieron jamás –aunque no tengamos pruebas de ello-; lo mismo pensamos de Maciste –en este caso podemos alegar notorias deficiencias actorales-; el revisionismo histórico llegó al extremo sacrílego de poner en cuestión la asistencia perfecta de Sarmiento; y resulta que la Máquina sólo formó completa un par de decenas de veces.
Sin embargo, hay quienes consideran el vocablo “mito” como el rótulo de tesoros de verdades a descubrir; verdades que exceden por mucho la literalidad de los hechos que relatan; al punto de convertir la determinación o no de la veracidad de su contenido fáctico, un dilema totalmente superfluo.

viernes, 14 de septiembre de 2012

El Futuro Presente

¿Hubo algún género literario que haya reflejado tan crudamente la realidad como la ciencia ficción? Su hábito de llevar las tendencias hasta sus últimas consecuencias nos desgarraban con realidades humanas potenciadas al máximo, convertidas en hiperrealidades. Si miles de cámaras ocultas hubieran filmado cada detalle del régimen estalinista, no hubieran podido reflejar su monstruosidad con la fidelidad que lo hace 1984. ¿Hay una mejor exposición de un censor que los bomberos de Fahrenheit? Las ilusiones del cientificismo dejan ver toda su vanidad al dar contra el absurdo Solaris.

Borges se pregunta –y responde- sobre las Crónicas Marcianas de Bradbury: “¿Qué ha hecho este hombre de Illinois, me pregunto, al cerrar las páginas de su libro, para que episodios de la conquista de otro planeta me llenen de terror y de soledad? ¿Cómo pueden tocarme estas fantasías, y de una manera tan íntima? Toda literatura (me atrevo a contestar) es simbólica; hay unas pocas experiencias fundamentales y es indiferente que un escritor, para transmitirlas, recurra a lo fantástico o a lo real, a Macbeth o a Raskolnikov, a la invasión de Bélgica en agosto de 1914 o a una invasión de Marte. ¿Qué importa la novela, o la novelería de la science-fiction? En este libro de apariencia fantasmagórica, Bradbury ha puesto sus largos domingos vacíos, su tedio americano, su soledad, como los puso Sinclair Lewis en Main street”.

Podríamos agregar que si lo peor que han visto nuestros ojos lo llevamos a sus máximas posibilidades de realización gracias a ilimitadas avances técnicos, lo ingrato se vuelve atroz, lo falso se hace farsa y la injusticia se convierte en absurdo despotismo.

La apocalíptica llevaba a una dimensión cósmica su denuncia del mundo presente, la ciencia ficción, en sus mejores casos, no es otra cosa que la secular apocalíptica de la modernidad.