viernes, 28 de septiembre de 2012

Reserva Moral

¿Qué pensaría una maestra de los años 20, con su Contrato de Señoritas firmado, si viese una escuela hoy? ¿Un pastor de esos mismos años si entrara a una iglesia actual? Sin excluir a los más fundamentalistas en moral.

La moral ha seguido exactamente el camino “decadente” que sus grandes profetas defensores de antaño habían anticipado con tintes catastróficos; sólo que cuando llegó, lejos de parecerse al preludio del fin del mundo, lo percibimos como evolución progresiva. Incluso estamos orgullosos de aquello que en el pasado se temía como síntoma del caos.

Los próceres de la ciencia ficción imaginaban pantallas en las que se podría leer el resultado de las carreras o el pronóstico del tiempo; televisores enormes que apenas sobresalían de las paredes; hombres con aparatos portátiles con los que se podían comunicar con cualquier otro en cualquier momento. Hoy vivimos en el mundo futurista que la ficción anticipó como fantástico (baste recordar que Star Trek inspiró al inventor de esos intercomunicadores sin los que no podemos salir a la calle); sin embargo creemos –tal vez con razón- que habitamos la misma realidad que nuestros padres o abuelos, hasta pensamos que aquellos autores futuristas se excedían en el uso de su imaginación.

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