sábado, 19 de septiembre de 2020

El Presente Me Condena

El tipo me da sinceramente pena, no lo digo de forma sarcástica, me apena honestamente. Recuerdo una nota que le hicieron hace unos años, dedica varios párrafos a quejarse del Partido Comunista por no haber puesto guita en el diario que abría (luego me enteré que sí la puso); y por haber abierto otro diario y hacerle competencia en lugar de apostar a un gran diario de izquierda. Lo recuerdo denunciando al poder concentrado; diciéndole a una pianista en un piquete que no tenía laburo y luchaba por comer, “vos tendrías que pelear por un piano y tenés que luchar por sobrevivir”. Lo recuerdo defendiendo a quienes se levantaban contra el poder, incluso con más audacia que cualquier otro periodista. Lo recuerdo dedicar su vida a atacar a poderosos, a defender a sojuzgados, a atacar a fascistoides, xenófobos y toda clase de lacras. Lo recuerdo levantar la lucha de los derechos humanos. A todo eso dedicó su vida. Dicen que siempre le gustó la guita, la verdad es que tuvo grandes problemas económicos por ser intransigente, para algunos demasiado. Hoy ya no lo escucho, pero recorriendo redes sociales lo veo defendido por los personajes más oscuros, siendo símbolo de lo más rancio de todo aquello que combatió. Veo su cara como perfil de fan pages de Facebook, Twitter, Instagram, en las que en su nombre se defenestra a los “negros”, a los “vagos” (por ejemplo, como la pianista aquella), donde se defiende abiertamente a los genocidas, incluso a veces hasta a los más terribles regímenes europeos del siglo 20. Sobre todo eso su rostro serio, subrayando todo aquello a lo que dedicó su vida a combatir. Lo veo reposteado quejándose de bebés y tortas como antes lo hacía del grupo mediático que lo marginaba y ahora lo alberga. Es un muy triste final, sin ironías: realmente me genera nostalgia aquel que fue. No puedo evitar preguntarme que pensará al ver su cara sobre posteos con la imagen de un dictador que aborreció casi desde la cuna.

Pobre hombre, desperdiciar una vida entera.

Entonces recordé que yo no lo admiraba tanto ¿Por qué? Valoraba sus denuncias al poder, pero también criticaba su falta de eje, su base en la mera buena voluntad, ningún fuerte ideológico, ningún marco de análisis, la mera intuitividad progresista, no estaba anclado a nada. El odio visceral a quienes en algún momento le tocaron el ego lo empujó hacia sus enemigos, de los que no lo separaba una firme convicción racional, ninguna idea fuerte; sólo era él; y sólo se fue con quienes lo odiaban y hoy lo usan, es plausible pensar que en algún momento lo descartarán, entonces se irá convirtiendo un lejano fantasma, como otros cuyos nombres ahora no me vienen a la memoria.

A. I.

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