La
persecución de aquellos que son “como
nosotros”, que están “entre nosotros”,
tiene una fuerza disciplinante difícil de medir. Es suficiente ponerla en
funcionamiento para que corra por entre los intersticios de la sociedad civil
motorizada por el miedo y la necesidad de ser acepto por el poder.
La inquisición,
las cazas de brujas, el macartismo y otros fenómenos similares reprimieron a
sus victimas directas, pero uno de sus efectos mayores fue el control que
generaron en quienes, aliviados, se salvaron de sus garras; e incluso en
quienes colaboraron con ellas.
Lo "bueno" de todas estas pruebas de brujas es que los acusadores se quedaban "con la conciencia tranquila" de que si mataban a un inocente, bautizo, etc., al menos se iban al cielo. Simpáticos, no?
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