La radio es
una de las tantas cosas que los
argentinos hemos legado a la humanidad, y como la mayor parte del resto de las
cosas que los argentinos hemos legado a la humanidad, ya la había legado otro.
En este caso, solemos reconocer que nuestro aporte no fue original, por lo
menos no suele aparecer en el listado de aportes al mundo en el que solemos
ubicar al dulce de leche, el bolígrafo o la lectura de huellas digitales.
Pero no
podemos dejar de reconocernos que la historia de la radio argentina ha seguido
su propio camino, que de ningún modo se trató de una de esas sucesiones de
imitaciones maquilladas que han seguido otros medios, actividades, géneros
artísticos o formas culturales.
Desde sus
propios fundadores subidos a una azotea, quienes siguieron sus pasos exprimieron
sus creatividades al máximo, la mayoría de las veces para sacarse ventajas
mutuamente en aquella inauguración de un mundo mediático ya entonces bastante
cargado de canibalismo. Así nacieron inventivas “a la criolla” como transmitir
una competencia automovilística a 70 kilómetros de distancia o transmitir un
partido desde un estudio central. En este sentido, sin duda, la radio argentina
es un invento argentino; en Europa no se conseguía.